Entro al aula y hago una mesa de libros en un atril roto que hay. Le digo a los chicos que el que trajo las cosas hechas puede acercarse y elegir algo que quiera leer. Se levantan las 2 chicas de siempre y los otros 26 empiezan a hacer la tarea atrasada muy rápido. Juan Martín me viene a jurar que la va a hacer para el lunes pero que le deje agarrar un libro. Yo no estoy entendiendo lo que pasa ni lo prejuiciosa que fui.
De pronto todos terminan rápido y se eligen cuentos y se pelean por la exclusividad de El corazón delator y Tobermory.
De pronto, Angelito, o Diablito, como le decimos en la sala de profesores, me está advirtiendo que el libro que se agarró dice mi nombre con letra de tonta (le explico que era mío cuando era chica) y me dice con prepotencia que si es mío más vale que se lo preste porque no se lo va a terminar en clase. Le digo que se lo lleve y me pregunta de muy mal modo cuántas cuadras son 20.000 millas.
De pronto, Angelito, o Diablito, como le decimos en la sala de profesores, me está advirtiendo que el libro que se agarró dice mi nombre con letra de tonta (le explico que era mío cuando era chica) y me dice con prepotencia que si es mío más vale que se lo preste porque no se lo va a terminar en clase. Le digo que se lo lleve y me pregunta de muy mal modo cuántas cuadras son 20.000 millas.
Leen todos, mal sentados, con los pies arriba del compañero, en un silencio tan profundo que oigo las consignas de Nati del aula de al lado.
Toca el timbre, me piden que me quede en el recreo así no cortan la lectura, y ya estoy tan mareada de no entender que me quedo.
Leen, les miro las caras, estoy medio emocionada, siento como una sensación boludísima de que los quiero a todos y los admiro aunque nunca vaya a ser ese sentimiento correspondido. Es la primera vez que Angelito no está mirando para afuera estando al lado de la ventana.
Termina el recreo, afuera se oscurece más el cielo y se opaca el aula.
Toca el timbre, me piden que me quede en el recreo así no cortan la lectura, y ya estoy tan mareada de no entender que me quedo.
Leen, les miro las caras, estoy medio emocionada, siento como una sensación boludísima de que los quiero a todos y los admiro aunque nunca vaya a ser ese sentimiento correspondido. Es la primera vez que Angelito no está mirando para afuera estando al lado de la ventana.
Termina el recreo, afuera se oscurece más el cielo y se opaca el aula.
Gotea, llueve.
Llueve en Burato. Se empieza a escuchar bonita la percusión y todos levantan la vista hacia la izquierda y se quedan mirando asombrados como si fuera nieve o un satélite.
Hace mucho no llueve en Burato.
La lluvia, el olorcito, la oscuridad, los chicos.
La lluvia, el olorcito, la oscuridad, los chicos.
Termina la hora, me piden que les preste algunos. Mélanie hace una lista: tal libro a tal chico.
Me voy, con la mochila re livianita, levitando prácticamente.
Me voy, con la mochila re livianita, levitando prácticamente.
6 comentarios:
Qué hermoso.
grosa.
:)
gracias gracias por tanta palabra linda.
beso a ambos!
Que emocion....te entiendo tanto...
Creo que hasta senti que estaba en el salon con vos y los chicos.
Quienes amamos la literatura somos felices de transmitir nuestro amor a los demas.
abrazos
uf! qué lindo Maga!
Qué lindo, Alfonsina! Hermosa experiencia hermosamente contada. el lunes me pasó algo parecido con un cuarto grado, los chicos se perdieron un recreo por decisión propia escuchando cuentos y hablando, y casi se pierden el otro, pero los hicimos salir porque después tenían dos horas de matemática...
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