27/9/11

felicidad

Me llevo más de 20 libros de cuentos y algunas novelas a la escuela. La mochila pesa mucho. La mañana está linda porque yo estoy de buen humor y estoy enérgica. Voy a la escuela por el camino de tierra. Mi vieja le pasó betún a mis botas anoche y ahora se están volviendo opacas con el polvo de donde me entierro. Llego y busco en la biblioteca unos 10 libros más, Quiroga, Poe, Saki y algún otro.
Entro al aula y hago una mesa de libros en un atril roto que hay. Le digo a los chicos que el que trajo las cosas hechas puede acercarse y elegir algo que quiera leer. Se levantan las 2 chicas de siempre y los otros 26 empiezan a hacer la tarea atrasada muy rápido. Juan Martín me viene a jurar que la va a hacer para el lunes pero que le deje agarrar un libro. Yo no estoy entendiendo lo que pasa ni lo prejuiciosa que fui.
De pronto todos terminan rápido y se eligen cuentos y se pelean por la exclusividad de El corazón delator y Tobermory.
De pronto, Angelito, o Diablito, como le decimos en la sala de profesores, me está advirtiendo que el libro que se agarró dice mi nombre con letra de tonta (le explico que era mío cuando era chica) y me dice con prepotencia que si es mío más vale que se lo preste porque no se lo va a terminar en clase. Le digo que se lo lleve y me pregunta de muy mal modo cuántas cuadras son 20.000 millas.
Leen todos, mal sentados, con los pies arriba del compañero, en un silencio tan profundo que oigo las consignas de Nati del aula de al lado.
Toca el timbre, me piden que me quede en el recreo así no cortan la lectura, y ya estoy tan mareada de no entender que me quedo.
Leen, les miro las caras, estoy medio emocionada, siento como una sensación boludísima de que los quiero a todos y los admiro aunque nunca vaya a ser ese sentimiento correspondido. Es la primera vez que Angelito no está mirando para afuera estando al lado de la ventana.
Termina el recreo, afuera se oscurece más el cielo y se opaca el aula.
Gotea, llueve.
Llueve en Burato. Se empieza a escuchar bonita la percusión y todos levantan la vista hacia la izquierda y se quedan mirando asombrados como si fuera nieve o un satélite.
Hace mucho no llueve en Burato.
La lluvia, el olorcito, la oscuridad, los chicos.
Termina la hora, me piden que les preste algunos. Mélanie hace una lista: tal libro a tal chico.
Me voy, con la mochila re livianita, levitando prácticamente.




6 comentarios:

Facu dijo...

Qué hermoso.

leticia dijo...

grosa.

fon dijo...

:)
gracias gracias por tanta palabra linda.
beso a ambos!

Unknown dijo...

Que emocion....te entiendo tanto...
Creo que hasta senti que estaba en el salon con vos y los chicos.
Quienes amamos la literatura somos felices de transmitir nuestro amor a los demas.
abrazos

fon dijo...

uf! qué lindo Maga!

Eva dijo...

Qué lindo, Alfonsina! Hermosa experiencia hermosamente contada. el lunes me pasó algo parecido con un cuarto grado, los chicos se perdieron un recreo por decisión propia escuchando cuentos y hablando, y casi se pierden el otro, pero los hicimos salir porque después tenían dos horas de matemática...