móvil de llaves viejas

El monoambiente prestado en calle Guatemala, donde vivía con Lucre, Maia, Juli, Vico, o todo el me cayera bien y necesitara casa. La guitarra desafinadísima de mi vecino Alexis, las charlas ajenas que penetraban por esas paredes finas, de esos edificios de tres pisos que hacen con resaca de edificios mayores. Spinetta. Los intentos fallidos de dúo musical con Victoria.

El eco del lavadero de la casa en Mitre, viviendo en hermandad. El golpe sordo del ascensor a cada rato, las peleas de Mirta la de la mercería de al lado con su hijo, un chico lindo que nos gustaba a todas pero que ninguna se animaba a hablarle.

Decenas de pájaros sobrevolando el tinglado del Colegio Nacional en forma de baile, el ruido de las maquinarias y los obreros haciendo crecer ese edificio céntrico que de seguir viviendo ahí nos hubiera tapado la vista de la plaza. Los golpes del cajón peruano que me había prestado Julia.

El murmullo de las visitas en la casa de Fitz Roy con la Romi, los ladridos de Uma, los pocos autos que pasaban por una calle demasiado linda.

Las llaves de casas amigas que me confiaron el duplicado, de bicicleteros, de una valija de cartón, de la reja de mi tía.

Puse todas esas llaves en mi ventana.

Me despierta un canto dulce y aleatorio los días de mucho viento.