2/8/13

Calito

Guille llegó a las 9:45 en el tren. Unos 15 minutos antes que de costumbre. Casi no llegamos a recibirla. Nos abrazamos y corrimos al auto de mamá porque hacía demasiado frío. Mamá dice quién quiere ir a ver al tío Calito al Penna, que decidamos porque todas no entramos.
Van mamá, Guille, el tío Cañique. Yo me quedo con Delfina y Julieta comprando un teléfono fijo para la abuela que mañana cumple 90 años y nos parece un buen regalo.
Tío Calito tiene neumonía, está hace 15 días en el hospital. Todavía no lo fui a ver. Es raro que esté tanto tiempo internado porque no come grasas, no fuma, no toma y es atleta. Los médicos dicen que debe tener un virus interhospitalario porque aún no lo hacen remontar.
A terapia intensiva entran Guille y mamá. Está conectado con muchísimas sondas y dice el respirador que oxigena al 30 %. Mi hermana se queda mirando las máquinas que lo rodean inclusive la que empieza a decir "perdido". La enfermera las saca de la habitación y el médico les pide que autoricen una autopsia porque deben detectar qué enfermedad tuvo en realidad ya que es poco probable que aún con 60 años haya muerto de neumonía.
La abuela Sarita ya había postergado su festejo de 90 para la primavera cuando Calito estuviera bien y fuerte, pero igual debe estar preparando una torta con manzanas para mañana, sabe que el resto de la familia va a ir igual a verla. Ahora debemos ir hasta Ascasubi a contarle del fallecimiento y creo que hace mucho no siento este tipo de miedo o dolor espantoso. Mientras almorzamos y buscamos el documento del tío, Sarita llama y mamá le miente que Calito está muy mal.
En el viaje vamos calladas, mamá, Julieta, Guille y yo a dar la noticia. Mamá dice que la abuela se va a dar cuenta ni bien nos vea bajar a todas del auto.
La abuela es la persona más fuerte que conozco. Vio morir a sus papás cuando era chica, a todos sus hermanos, cuñados, a casi todos sus amigos, a mi abuelo Chueco y a Osvaldo.
Osvaldo era el otro hermano de Calito. "Calito" era su forma aniñada de decir "Oscarcito".
Osvaldo murió a los 30 años en el cerro Diente de Perro, cerca del Bolsón. Era geólogo, trabajaba para Minería de la Nación. Parece que un fin de semana quería ir a ver a sus padres a Médanos y se separó del vaqueano para terminar antes las tareas. Se perdió en el cerro y solo pudieron encontrar sus restos al año siguiente, cuando se derritió la nieve. Huesos, los borceguíes y el reloj pulsera, nada más. Mamá todavía se acuerda del anuncio de búsqueda por LU2: El geólogo medanense Osvaldo Mariano Diez se ha perdido en cercanías a El Bolsón. Así se enteraba la familia, por radio: mamá, mis abuelos y sus padres: tío Pedro y tía Flora. Hace poco nos enteramos que hay una mina en el Diente de Perro que lleva su nombre.
Después de que se murió Osvaldo, los tíos vendieron todo lo que él tenía fuera de Médanos y se reclutaron en la chacra para salir poquísimas veces a la realidad.
Si algo se apagó en toda nuestra familia cuando murió Osvaldo, algo más oscuro se generó en los tíos. Yo ya los conocí con ese carácter. Y no era el contenido de lo que decían lo que me daba miedo de chica sino el tono, el tono de la voz, el volumen, el resentimiento, las entonaciones con las cejas. Eran de esas personas que por más que hablen bien te suena mal, agresivo. Aunque sabía que tenían fallado el modo, sabía yo que eran buenas personas y que se desvivían por complacernos cuando íbamos de visita.
Calito dedicó la vida a sus padres luego de lo de su hermano. A tal punto que nunca le conocimos una novia ni tuvo tiempo para salir. Sus quehaceres consistieron en sembrar la pequeña chacra para tener míseras ganancias, laburo a deslomo, rudimentario y en soledad. Los tíos murieron a los noventa y pico de años, para esto Calito llevaba 10 años cambiando pañales y asistiéndolos. Él tendría a cincuenta y algo.
Lo único que nos alivió de sus muertes era que por fin el tío podía comenzar una vida individual. No sabemos qué hizo bien en este tiempo, él no quería que vayamos a su casa porque decía que estaba caótica y que lo íbamos a incomodar. Lo veíamos en las carreras, porque había decidido competir, ya que estaba haciendo 20 km diarios todas las mañanas fragmentados a la mitad con un mate en la chacra vecina.

Llegamos a  lo de la abuela. Mamá entra decidida a decirle, se le acomoda la cara a la situación. Durante los siguientes 20 minutos mi abuela se va a dejar caer sobre la silla, va a caer también la tapita del ceramicol con que está repasando el esquinero para recibir en la casa a las visitas que al final mañana no van a venir porque es el entierro de Calito. Va a preguntar cómo es que pasó, llorando intermitentemente en intensidad, acomodando con nervios y con ambas manos a la vez la franela naranja doblada en dos sobre la mesa. Un movimiento de adentro hacia afuera, quiero decir, del medio del repasador hacia afuera, muchas veces, hasta que se lleve las manos a la cara.
El día de mañana pasa de día de cumpleaños a día de velorio. Guille se queda a dormir con la abuela. Guille llegó hoy a Bahía, la recibimos con una pancarta, al rato estaba viendo las máquinas y luego vio morir al tío. De noche va a soñar con la primer persona que vio morir.
El viernes me quedo con Sarita explicándole que no es un festejo pero debemos acompañarnos, que mi presencia ahí no indica reunión ni jolgorio. El resto de la familia espera en Médanos el cuerpo. A la tarde caen Chichina y Marta que vienen también a hacer compañía. El tema de conversación es obvio. Se me mezclan pasado y presente, los tiempos verbales. Me acuerdo del jardín de la chacra, con esos ligustros al frente que tío Pedro podaba con formas raras. Guille no había nacido para cuando con Julieta corríamos a la velocidad de la luz entre esas plantas laberínticas hasta perdernos. También me acuerdo del tanque llenísimo de agua con algunos peces naranjas y del mantel de hule verde, las moscas merodeando, la puerta siempre abierta y unos galpones llenos de cosas rotas que eran un campo de exploración ideal para cualquier infante metido como nosotras.
El sábado tenemos que ir a la chacra porque nos avisan que ya hay gente decidida a ocuparla. Después del velorio debaten todos que es una "aberración" ir a sacar las cosas tan pronto pero que hay que sacar aunque sea los recuerdos de Osvaldo, la piqueta enmarcada en pana roja que le dieron a la tía en un homenaje y ver si se hace algo con la casa, ya que como no se podía hablar de muerte en esa chacra los tíos nunca le hicieron la sucesión a Calito, por tanto todos piensan que se la quedará el Estado.

Nuestro tío tuvo una novia. Es la buena noticia que descubrimos en la carta que estaba abajo del aparador. Hacemos fuego en el patio, al lado del estanque. Ya no hay peces y la mitad de agua es ahora la mitad arena. La casa está en estado de abandono. Hipotetizamos acerca de si el tío sabía que se iba a morir.
En la fogata arrojamos intimidades, revistas, diarios, el colchón donde murió la perra, los números que el tío llevó en las maratones, ropa comida por las lauchas.
Mamá se lleva unas cucharas, la tía una cajita de madera y unos cuadernos de griego, yo un visor con diapositivas al que le compraré pilas ni bien me acuerde.
Ahora le saco fotos al patio en ruinas que más felicidad y misterio le dio a mi infancia, para no olvidármelo nunca, mientras la salamandra vuelve a echar humo grisáceo.









2 comentarios:

Ana Miravalles dijo...

Mi sentido pésame.
Me emocioné leyendo este texto tuyo.
No dejes pasar tanto tiempo sin publicar lo que escribís.
Un beso
Ana

Anónimo dijo...

Lo lamento, tu relato es conmovedor , sigue escribiendo lo haces muy bien.un abrazo solidario.