26/7/10

En febrero me editaron mi primer poemario ·papel cebolla· en la editorial más hermosa de todo Montevideo .







Colca
Edgar es guía de montaña,
Y parece doble de Jae Hee
nos acompaña, pasos antes
con su cuerpito fibroso,
muy pocas palabras
y una bincha colorada sobre las cejas.
Nos detiene.
Este el cañon más grande del mundo.
Corre hacia el oasis, parece
que transitara el camino por primera vez.
Nosotros lo seguimos por entre el pasto
ondulado, se nos hunden los tobillos
en una dichondra mullida.
Llevamos cosas de turista.
Es imponente.
Intentamos correr fuerte,
estamos como extrañados
salvo el guía que levanta
las rodillas para alcanzar
y hasta trotando simula
que le saltican
alrededor ,
conejos blancos.
Una belleza:
conejos blancos y pequeños
saliendo de las cascadas,
sorteando apenas en el salto
charcos de agua manantial.

Es de noche y no hay luz eléctrica.
Alrededor del fuego,
los franceses le sacan foto con flash
a Edgar para ubicarlo.
Él respira profundo y parece
que le fuera propio
todo ese vergel violado.
Mientras no habla
debe estar pensando
Dónde está su Sun-hwa

*

Isla del Sol
Noche cerrada.
La única claridad:
o humo o cirros lo que baja entre las montañas.
Después,
granos finísimos de arena tibia aún
en la trama de la ropa,
el sonido de sopapa de los labios
contra el pico de la botella
de un vino chileno,
la etiqueta con el busto
de un enólogo
parecido a Rubén,
que necesito rasgar
toscamente con la uñas
y ponerlo en el sector
transparente e irreflexivo
de mi billetera.

*

Copacabana
Ay niñita niñita!
Primero
que aquí la caliente
está en el grifo derecho
Segundo
que el gas boliviano
está en tu país

*

Villazón
Rótulo y ritual higiénico quedan de lado
“no mojar aquí ni pelo, ni pies, ni axila”.
Es que afuera está tan lindo el chaparrón
para dar vuelta sobre sí misma,
empaparse,
dejarse adherir a los muslos
las muy voluptuosas capas
de terciopelo de la pollera,
que el agua llegue incluso
a desquiciar las tulmas
de todas las chicas que hicieron
merecimiento,
pidiendo a la Pacha
la humedad para los campos,
con inéditas especies que diviso
entre fetos de llama muerta.

Las cholitas se meten
en un toldo para escurrirse:
Ni tierra, ni humo, ni polvo, ni sombra, ni nada:
Lo que no integra el paradigma pluvial no está aplacado.

*

Colchani
Hay cosas que se me olvidaron.
De esa tarde
diez o doce fotogramas
por segundo.

Sería Fidelina la que pedía
perdón al cuerpo tierno
del palto niño
por quitarle del todo
el corazón?


*


Altarcito de banderas rojas
fotogramas intermedios
Paisaje diluído
fotogramas intermedios
Altarcito de banderas rojas
fotogramas intermedios
Paisaje diluído

*

O pájaros grises que vuelan levitando
hacia el lugar del que me voy,
o claveles del aire en colonias
pendiendo del cableado

*

Ahora que vuelvo de viaje tengo unas horas para dejarme sentir encima, todo el tiempo que estuve afuera.
La tarde se devora sola como un pac-man que se inmola.
El mate se enfría independientemente de que mi vecino aún tiene desde diciembre 8 las lucecitas blancas delineando la viga madre del techo de tejas.

*

Lo que resta de verano es el canal de la feria.

Si lo busco en un mapa
el ramal rodea al pueblo sobre un costado,
alimenta campos, cría cebollas, induce vaivenes.

Si no lo busco en un mapa es un lote de alivio
saltando el alambrado de La Forestadora
en donde meto las patas y huelo la menta.

Si no hago nada, no existe.

*

Si cierro los ojos puedo reponer,
un catre amortizado,
la almohada consumida ,
puedo reactivar el agua crudísima
del Titicaca, del lado boliviano,
en los dedos de mi pie izquierdo,
haciendo un sonido, apenas,
Un fricar leve, momentáneo, ondulante.

Si cierro los ojos es como una caracola que recapacita al lago.
Si los abro es un dactilograma latente.

*

Primero fue la forma de reelaborar
materia. Eso, de la segunda oportunidad
a los objetos.
Mamá maestra, traía a razón
de 15 a 20 canicas por año.
Poníamos una en el vientre profundo
de la pava para evitar el sarro.
Así se me hizo rutina
permitir un trazado de canción
En el mate de la hora original
cuando ni gusta que te hablen.

*

La cacofonía de un niño que llora
con gesto relativamente desesperado,
es la eliminación parcial de sarro y el malestar
de la canica en el estómago, desgarrando
las impurezas del interior?

*

Salgo temprano porque no les gusta
que el cuerpo docente llegue tarde
y el frío abrasivo me despabila.
Los restos de la helada
trepan por el ruedo descosido de mi pantalón.
Al campito lo corta la vía y un percherón
overo, que atan ahí los de Zubiel.
Puede que más allá haya tunales
pero el cielo está cerrado.
Por la lomita me alcanza Arano,
me pide que le preste un auricular,
y se me acerca bien al lado.
Que qué es, me dice.
El Hilo de Oro de Ariadna,
le digo, una banda.
Por la izquierda de mi hombro
Y el arriba de su cuellera,
en los ojos, creíblemente vidriosos
pareciera que le agrada cortar así
la cerrazón y el silencio.
Casi llegando, uno de los dos
se puede apurar, y el otro, naturalmente,
seguirlo por el cable.

*

Lo que une un colectivo de distancia corta
Entre mi pueblo y el que viene,
no es un pespunte dibujando un perro, un trébol.
No viene en una revista para los niños tracen figuras.
El chofer transpirando, el escudo de Villa Mitre pendiente del retrovisor.
La mujer boliviana que descola cebolla en Buratovich.
Su bebé argentino acunado en la espalda.
Los colores del aguayo que lo cobija, una inscripción
bordada a mitad del entramado
“llorarás cuando me vaya”

*

No le puedo sacar a las letras
la tierra, vienen remolineando en trompo
desde el costado de la ruta, pero están
resecas, pastosas.
Me reubico la boca para digerirlas, rumiarlas.
A la hora de la siesta hay gente no creyente que reza
si caen unos milímetros nos salvamos.
En lo desmontado, los cardo rusos
hacen un trabajo persistente:
Irritan la calle de tierra como
quien intenta con una monedita
en la parte escondida de un juego de lotería.
Si se descubre el número de gracia ganamos.
Omar dice que los chinos tiran bombas al cielo
y por el cambio de temperatura
logran precipitaciones voluptuosas.
En Bolivia vimos bailes
Que pedían el agua, cholitas
que enajenaban la pollera de terciopelo
al son de la danza que rogaba un chubasco.
Nosotros no tenemos ni danza ni bomba.
Capitalizaremos el esfuerzo local.
Libraremos al aire la cosecha frustrada
volarán catafilas, cebollas enteras,
valencianas moradas blancas tamaño 5.
Está todo planeado lo de abrirle los lagrimales al cielo.

*

Por la tarde veremos los tréboles
una cepa foránea que me dieron
en casa de gente que apenas conocía
una noche tan rara como olvidable.
Lili. La chica se llamaba Lili
y regalaba semillas extrañas.
Nosotros reíamos y fumábamos en la parra del patio.
Se abrirán ante una luz que no es gran cosa,
ni mediodía ni tarde de verano.
Sin embargo estaremos ahí, atentos
esperando la luz, el renacer,
el haiku intraducible, la nimia
tendencia a la discordia por lugar.
Solíamos quedarnos despiertos antes
cuando descubrimos, que a la mañana
la planta había crecido, era otra.
Estábamos insistentes con ver el crecimiento.
Luego nos cansábamos, nos adormecíamos.
Era el mismo trébol otro año.

*

Agüíta que se desliza
por cicatrices del terreno,
zurco y cañón eran lo mismo:
uno acontece,
el otro es recuerdo

*

Si recorro a la redonda puedo mirar la tarde.
Pareciera tranquilo todo.
Al aire lo rompe el sonido de vaivén de las ramas
Más allá hay campos, zurcos, sembrados.

*

En un época de la que no quiero acordarme
Al ingeniero croata Buratovich,
después de la construcción del canal de Suez
le dan estas tierras por merecimiento:
concretó acciones que empalmaron puntos:
El tendido de telégrafo, las líneas de tranvía, de ferrocarril
y acompañó a Roca en el plan B.
Después de eso venimos nosotros,
estipulando un punto de edad escolar
en que se te retuerce la entraña
si pensás en lo que significaba arar la tierra.

*

Una ración de puntos para unir
no implica necesariamente que los puntos
deban ser iguales.
En el potrero de enfrente los vecinos menores
juegan a la bolita.
Hay estrategia, opi y un mapa.
Si se mira desde arriba es un plano perfecto.
Los niños, el relieve, los canales.
El resto no lo sabemos.

*

Para la misma época en que esto
se empezaba a llamar pueblo,
otro croata, Vucetich, retomaba a Galton.
Una superficie zurcada
Nunca es idéntica a otra.

*

Papel cebolla.
Agarraría un papel enorme,
y lo apoyaría en la superficie que quisiera.
Rayaría con lápiz mi dactilografía
velaría la historia del lugar que acaricie
nervaduras hechas adrede, alforzas del terreno
el recorrido del estudiante de mi pueblo que va a ver el Titicaca,
el del inmigrante boliviano que viene a trabajar a la cosecha
a un pueblo del sur de Buenos Aires.
Después de calcar dibujaría encima,
como escribiendo otro cuento, atando cabos que no
se unen por predisposición natural.
Si cierro los ojos puedo se omnipotente.
Si cierro los ojos es como una caracola que recapacita un lago.
Si los abro es un dactilograma latente.








las ilustraciones de Papel Cebolla, estuvieron a cargo de Andrés Tino Farías. Le pedí el favor de ilustrarme el librito por su dedicación, la ración justa de belleza, acidez y simplicidad que me gustan y su manera de ver las cosas con el termo bajo el brazo.





después de ver el libro editado, los gurises cortando y pegando hojas, recortes de revistas; pintando las tapas, me di cuenta que el diseño de ·libro acordeón· (como toda la colección Gilda Vive ), el libro estirado, formaba surcos. Como el imponente Cañón del Colca, como los surcos de cebolla de la gente que trabaja en la cosecha en Burato, como todas las cicatrices del terreno o las huellas dactilares de cada lugar.

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