6/2/08






Se llama Mario pero ya sabemos que le tenemos que decir Tío Mario porque a él le gusta que le digan así. Es flaquísimo, alto, con unos pocos pelos largos en la nuca y sobre las orejas.
Atiende la regalaría TAO, que es de su sobrina, y vive en una casita al lado. Es raro un local de este tipo en Costa Bonita porque muy poca gente viene de vacaciones a este lugar, y habrá en total cinco comercios que proporcionan lo básico.
Llegamos a su casa. Desde lejos se ve venir un tipo flaquito con unos ochos perros que lo siguen. Lleva un palo como bastón y se acerca al tamariscal a buscar una remera de todas las prendas que están colgadas ahí.
Nosotras bajamos porque queremos conocerlo. La regalaría tiene inscripciones de todo tipo y en todas las paredes. Está rodeada por cientas de piedras que parecen lápidas con epitafios. Hay frases de Confucio, Sai Ram, de la Biblia, de cualquier viejo que intercala dichos populares en cada conversación.
Se acerca cantando un mantra. Hola tío Mario le dice Julia que es quién lo conoce. Nos pregunta si nos molesta que nos abra la regalería. Nosotras estamos paradas en la puerta leyendo la pared, claro que no nos molesta.
Nos abre y se va. Dice que ya viene, que veamos las cosas.
A los quince minutos vuelve. Que este cantando otro mantra nos ayuda a identificar de lejos que se está acercando, para dejar de husmear todo lo que hay ahí adentro.
Julia le pregunta por una casita abandonada que está encaprichada en comprar. Nos habla de la existencia, de la del dueño, de la él mismo, de la del tipo que hipotecó la casa que queremos. Le pregunto por las piedras.
Es raro pero Mario cierra muchísimo los ojos para hablar, cosa que de a ratos me molesta bastante. Los cierra pero se le mueve el iris por sobre el ojo cerrado, como quien está buscando en un archivo muy muy grande.
Las piedras las trae solo desde la escollera rota, dice. La primera la plantó hace cuarenta años cuando vino a Costa Bonita. Nos la señala. “El tiempo se me escapa” .
Nos cuenta que así empezó y fue llenando los médanos con montones de bloques que hormigón, pintados con frases de él, de autores que leía, de cualquiera.
Nos dice de una roca que pintó hará unos diez años. “ Tengo todo el tiempo del mundo”. Así se ven muchos mojones, entre uñas de gato que sostienen los médanos, y una decena de perros que torean por ahí.
Nos estamos por ir, le pedimos agua para el mate. Esperamos el tiempo en que vacía un guiso que le hizo a los perros, prende el fuego, lava la olla y nos calienta ahí el agua.
Nos regala un té de ginseng. Aquí tienes tú, es para volar.
Hace unos pasos para alejarse pero vuelve y nos dice que cuando el tiempo se los haya llevado que nos encarguemos de seguir pintando piedras. Y la verdad es una tranquilidad. Sabemos que queremos terminar en ese lugar y tener qué hacer es un buen motivo.
Junta las palmas de las manos inclinando la cabeza. Que tengan un buen día.
Se aleja del todo, acariciando a uno de sus perros. Canta un mantra, otro mantra diferente. A lo lejos lo seguimos viendo, quietísimo en la punta de un médano pequeño. Tiene una linda voz, y entona bastante.


5 comentarios:

Anónimo dijo...

parece que mario (como algunos marios) tiene una forma yoqui de conocimiento.

no cumplís tu parte del "trato".

Anónimo dijo...

en realidad nunca te diste por aludida

cosa de blogroll

igual por ahora no te vamos a sacar del nuestro, te damos moratoria

si no entendiste buscá la palabra "trato"
acá

Anónimo dijo...

que lindo encontrar este blog y quedarse un ratito!

:)

saludos!!!

Anónimo dijo...

que lindo lugar. voy a visitarlo seguido.

alfonsina dijo...

pero que honor! gracias chicas