Los habitantes de
General Dino Otaviondo se la vieron venir, porque los síntomas sociales eran,
digamos, algo tan esperable como la lluvia luego de la calma chicha.
La
cuestión empezó de forma paulatina. Primero hubo ciertas bandadas de loros que
poblaron más que nada los galpones del ferrocarril. Los eucaliptus añejos daban
al atardecer, una bellísima imagen a contraluz de ir poblándose de aves que
volaban por momentos en óvalos imprecisos en la cercanía al follaje. De a poco
se montaban en las ramas. Los árboles parecían más corpóreos y además contenían
la elocuente vociferación de los barranqueros.
Para
ese entonces Maricha vivía muy cerca de los galpones. Su zaguán daba contra el
andén, con la calle de por medio. No era la calle principal pero sí una de las
primeras en asfaltarse, y además, donde se hacían los actos de aniversario, por
lo que para los otaviondenses era de real singularidad. De tanto contemplar la
bandada, Maricha recordó aquella vieja tradición de su madre y su abuela de
tejer a dos agujas unas cotorras preciosas que usaban como agarra pava. Buscó
en una caja y encontró el molde que usaba su madre, así es como retomó el rito
familiar. Tejió una y salió bastante bien. Le puso dos botoncitos negros como
ojos y se la regaló a la hija de Marcial, la del al lado. La novia ocasional
del turco Estaye también quiso y la devenida en tejedora le confeccionó una,
aunque le caía mejor la novia anterior. Así, varias vecinas. Por lo que muchas
cotorras bastante parecidas entre sí empezaron a colgar de la llave de gas de
la cocina de varias y varios otaviondenses a quién Maricha regaló sin cobrar ni
siquiera la lana, inspirada por la bandada del ferrocarril.
Casi
tres meses después la situación no era tan agradable en el pueblo. Casi todas
las tardes se empezó a cortar la luz. No se sabe muy bien si por el peso de los
miles de loros que invadían el pueblo o porque picoteaban de lo lindo. Cada día
tipo seis de la tarde las aves mitigaban el cableado público y casi hasta la
madrugada la gente quedaba a oscuras.
Por
esa época habrá sido que Maricha pensó que no tejía más loros porque le
parecían unos hijos de puta. Ella no dijo así porque solo en ocasiones especiales
decía malas palabras, pero habrá dicho “loros bandidos” o una palabra por el
estilo.
En
la iglesia se empezó a organizar un grupo de vecinos más o menos
representativos de las instituciones. El diácono, la directora de la escuela
especial, la del Jardín y la Vice de la secundaria. También estaban un ex
concejal muy carismático, el secretario de la Asociación de Productores de Centeno
(APC), la dueña de la radio, dos veteranos de Malvinas y un tipo que venía
insistiendo hace años con que él era el ombudsman. Nadie se lo bancaba en
Otaviondo pero lo invitaron un poco para pedirle que ya que era el defensor del
pueblo, ponga las barbas en remojo ante la catástrofe que estaba sucediéndose.
El concejo comenzó a reunirse martes y sábado a las cuatro de la tarde. Las
reuniones culminaban tipo seis, porque a esa hora, con el ruido de los loros, era
imposible escucharse entre sí (como en cada casa) y por eso había que ir a
prender las velas.
Los
peligros latentes eran la psitacosis y la psicosis. Cada integrante del grupo
proponía soluciones que habían buscado. El abanico investigativo iba desde recetas
de profesionales del rubro a preguntas yahoo, desde posibles concreciones hasta
ideas delirantes. Bombas, guiarlos hacia unos tanques envenenados en los campos
cercanos a Monte Paquete, infrasonido, unos barriletes de loro barranquero
alfa; en fin, faltaba plata e ingeniería al servicio.
Como
a la tercera reunión se sumaron además los de Otaviomascota, que son de la rama
mascotera más dura: la que ama a los animales y odia a los humanos. Ellos estaban
a favor de cualquier engatusamiento a la bandada pero en contra de cualquier
vía que matase aunque sea a un solo loro. La vocal del grupo, Laurita Zambrana,
hasta el momento una vecina bastante apreciada, llegó a decir que si alguien
ponía una bomba para pájaros ella iba a poner una en la iglesia el martes a las
cinco.
El
sábado veinticuatro iba a venir el intendente a festejar la donación municipal
de máquinas a algunos vecinos comerciantes: dos cocinas industriales para
rotisería “La española”, una heladera mostrador para la carnicería de Ángel
Manrique, una máquina registradora para el marido de la consejera escolar, que
tenía quiosco. Algunos lo vieron como la oportunidad para pedirle una solución
al tema acuciante, pero sus defensores estaban más tímidos. ¿Y el hombre qué puede hacer? El municipio y
la provincia están fundidos, mejor que venga de mañana, decían.
Sergio
Raúl Bentimaccia venía por el segundo mandato a pesar de su juventud. Hijo de
políticos reconocidos en la zona, representaba la renovación del partido y,
además, iba por la re-reelección. Ojos bonachones, hijos en escuela pública,
mujer docente en la escuela especial de la capital el partido y un bebé en
camino. Había ganado las PASO sobradamente. Solía continuar su metodología de
campaña de salir por la calle de los pueblos a charlar con los vecinos y ante
cualquier queja les ponía la mano izquierda en el hombro mientras que con la
derecha se tocaba el corazón. Con la cabeza hacía un meneo, como un vaivén
medio de congoja que a la gente seducía por su humanidad. Les decía hermano, te prometo. Con eso hasta sus
mayores detractores quedaban conmovidos. Qué
sensible es, yo le creo, decían.
Bentimaccia
venía a Otaviondo en una semana. Las opiniones estaban divididas pero por
mayoría se llegó al acuerdo de contentar al intendente con una recepción
matinal, un almuerzo a todo trapo y luego, por la tarde, ir infiriendo en el
grave problema que los aquejaba. Hay que decirle “grave problema” porque para
ese entonces gran parte del día era imposible de vivir, ni siquiera durmiendo
se pasaba.
Los
otaviomascota ya no estaban tan preocupados por los loros porque los perros
sufrían como locos. Es que el ruido era de la intensidad de cientos de fuegos
de artificio estallando en canon.
Llegó
el día de la visita proselitista. La carnicería, el quiosco, y la rotisería
tenían las máquinas a inaugurar pero ni las habían prendido. En alguna parte de
cada artefacto había un par de cintitas con los colores de Argentina que formaban
un moño. El plan era que el intendente agarraría de un extremo, el comerciante
de otro y ambos lo desharían. Ángel Manrique había comprado un par de sidras de
vidrio, como para sellar el festejo.
La
mañana en que cayó Bentimaccia a Otaviondo no andaba nadie por la calle. Para
este entonces la gente ya había perdido el sueño cuando se debía dormir, y
lograba conciliarlo luego de que las bandadas abandonaran el pueblo, es decir,
muy tarde. Podemos decir también que había mucha gente que no estaba en su sano
eje. La novia del turco Estaye era una. Lo había abandonado para irse con el
carnicero, ya que no toleraba estar cerca del ferrocarril.
Maricha
no estaba totalmente desequilibrada, pero desde la invasión avícola no habían
parado de tejer a dos agujas. Ninguna cotorra más, es cierto, pero al son de
los chirridos animales iba, punto por punto, forrando con tejidos a varios
objetos de su casa. El calefón, el aparador, los portarretratos. No pasa nada, decía, es hasta que se vayan, porque no me da
sueño.
Bentimaccia
salió de la campaña a hacer sociales: la agencia de quiniela, el centro de
jubilados, la visita de siempre.
Se
comió muy bien en el almuerzo principal, que fue en la Iglesia. Se inauguraron
las cocinas industriales y la caja registradora, y luego, la cara fresca del
partido se dirigió hacia la carnicería El Ángel guardián. En los mosaicos color
lila limpiados con lejía recientemente había un almanaque de Molina Campos que
estaba siempre y un cartel con fibrón que decía “gracias señor intendente por
su generosidad”.
Ángel
salió con el delantal impecablemente blanco y saludó al mandatario. En las
sillas de plástico que se fueron sentando los concurrentes. De a poco, con la
llegada del atardecer, empezó el loraje. El intendente se hacía el que no entendía.
El que no sabía de la invasión. Cuando los presentes le vieron la cara de hacerse
el sorprendido se brotaron de ira. Pero
qué hijo de puta, dijo Maricha. El distrito no era tan chico como para que
el tipo no supiera. Además, Bentimaccia había recibido al menos cinco cartas
con un cd de audio adjunto, para que él supiese lo que era vivir en ese
suplicio.
Le molestó. A la gente les molestó.
Sergio
Raúl empezó a hacer gestos de sorpresa y preguntas, como si recién se madrugara
del tema ¿Esto es siempre así? ¿mi
secretario no les contestó? ¡Qué increíble!
El titular de APC le gritaba caliente como una pipa y el
mandatario le decía: entiendo, hermano,
es así.
La
ahora novia del carnicero se levantó de una silla e intentó poner paños fríos
al clima caldeado, ahora era la patrona y debía hacerlo notar ante la autoridad,
caerle en gracia, disimulando que en las PASO, había votado a la oposición.
El
intendente en una maniobra poco hábil tomó una punta de la cintita inaugural.
Se ve que era suave y tersa. Quizás, Sergio Raúl Bentimaccia se la vio venir,
porque acarició el extremo de esa cintita y miró al vacío. Por lo menos a
algunos, les recordó a esa escena de la película Gladiador, en que el protagonista
va acariciando el trigo de forma dulce y entregada.
Fue
todo en un segundo. Los loros se callaron de repente. Pero, todos; dejando la
incertidumbre como clima. En el mismo microsegundo el carnicero beneficiario de
la heladera mostrador agarró la cuchilla más grande y rebanó el cuello de
intendente como el de un lechón predestinado a la faena.
Nadie
gritó. Nadie lloró. Todos salieron afuera a mirar los eucaliptus.
Ni
un loro al atardecer.
Ahora
la gente de General Dino Otaviondo sabe que las elecciones se van a poner
impredecibles, pero también, que cuando chirridos de loro barranquero se
repiten en una época del año de forma persistente y agotadora, saturando a todo
un pueblo, se puede llamar también: campaña política.
2 comentarios:
شركة مكافحة حشرات بالدمام
شركة مكافحة النمل الابيض بالدمام
شركة مكافحة النمل الابيض بالخبر
شركة مكافحة حشرات بالقطيف
شركة مكافحة النمل الابيض بالقطيف
شركة مكافحة حشرات بالجبيل
شركة مكافحة النمل الابيض بالجبيل
شركة مكافحة حشرات بالخبر
شركة مكافحة حشرات بالاحساء
شركة مكافحة حشرات بالرياض
Muy bueno y muy cierto,vivo en el acceso de Pedro Luro, lugar que han elegido las aladas criaturas para pasar la noche, no digo dormir xq no duermen ni dejan dormir.
Publicar un comentario